jueves, 1 de abril de 2010

Nada,lo que se dice nada

Corrió, más fuerte, lo más rápido... ya no tanto, ahora menos, ahora nada... ahora, hacia atrás. No fue suficiente, había perdido el último tren. No fue suficiente cuando comenzaron a caer las últimas gotas.Caminó con ritmo fijo, casi balanceándose sobre sí, en el mismo lugar (tampoco sabemos dónde). Caminó, todavía agitado por la espera.Se abandonó a la calle que se dibujaba bajo los zapatos correctamente atados. Caminaba, mientras miraba sus zapatos, contando los pasos, undosundosundos... no eran sus pasos, eran solo pasos; aislados, mecánicos, como los pasos de un pato. Aislados y mecánicos pasos de un pato. Su cuerpo se estiraba, como bostezando y sus zapatos más y más lejos. Su cuerpo como un arco, como el tiempo de una espera; sabe que va a venir, igual se toma el tiempo de esperarlo; sabe que no va a venir, igual la espera. Las últimas gotas daban un marco perfecto a la escena vacía, a la calle vacía. Extrañó cualquier espacio más tibio que esa incertidumbre quejosa. Extrañó -si extrañar es la palabra- el sillón -en un tiempo de cuero- y extrañó -sí, es la palabra- unas gotas de limón (extraño) con leche fría, si es que todavía quedaba leche en estado (la heladera no había estado) presentable, y últimamente no podía confiar (en su heladera). Alguno pudo aparecer detrás del semáforo verde y agua, algún vago pudo dejar de dormir su sueño; un gitano pudo adivinar su suerte (la del gitano). Alguien que le pidiera un cigarro, la hora, su dinero; alguna que se ofreciera... es que la lluvia... ¿dónde van cuándo llueve?...